Los poros son los pequeños orificios que están en la piel por allí salen los vellos y sirven para el proceso de transpiración, a través de ellos se expulsa el sudor.
Un tomate maduro. El primer paso es cortarlo en finas láminas, que se deben depositar sobre la piel del rostro.
Teniendo especial cuidado en no llegar al contorno más próximo de los ojos, tal y como se hace con una mascarilla convencional.
Una vez ya están puestas las rodajas sobre el cutis, tan solo hay que esperar unos diez minutos para que puedan hacer efecto.
Pasado ese período, hay que lavarse primero la cara con agua tibia y luego volver a lavarla, en esta ocasión, con agua fría.
Todo el proceso finaliza con la aplicación de la crema habitual, siendo conveniente hacer la mascarilla unas dos veces por semana según las necesidades de la piel, pero nunca más de dos.
Efecto intenso
En el caso de que el problema sea realmente importante y se necesite un mejor resultado, la mascarilla de tomate puede mezclarse con otros ingredientes. Una buena combinación es con cualquier tipo de arcilla. En este caso, hay que coger un poco de este producto y unirlo al zumo del tomate para crear una textura parecida a la de una crema.
Los siguientes pasos son iguales que los de una mascarilla: aplicar sobre la piel, dejar actuar los diez minutos y retirarla con agua tibia. El resultado es más inmediato, ya que se percibe prácticamente al instante una piel más limpia y también más luminosa.